martes, 30 de octubre de 2007

Sobre gente que piensa lo que piensa y hace lo que hace

Hacia el final del Gobierno Aznar el lehendakari Juan José Ibarretxe planteaba una reforma del Estatuto de Autonomía que no había tratado de consensuar siquiera en el Parlamento vasco, según aquella infructuosa iniciativa el País Vasco pasaría a ser un Estado Libre Asociado dentro del Estado español. El Estatuto “nacía muerto” como si dijéramos en tanto que el lehendakari no había pactado con nadie allí, es más, presentó la propuesta poco menos que de improviso. Aparte de éso -y como era de esperar- el dicho estatuto recogería la posibilidad de realizar un referéndum de autodeterminación para la CAV, algo que no tiene cabida en la Constitución, es decir, en el ordenamiento jurídico aprobado democráticamente.

Hacia el final del Gobierno Zapatero –de este al menos- el lehendakari propone la realización, o bien de un referéndum de carácter vinculante, o bien una consulta para conocer si la ciudadanía de la Comunidad Autónoma Vasca quiere que se le celebre otro referéndum, este vinculante en todo caso, de autodeterminación. La primera posibilidad será si no llega a un pacto con el Gobierno –que él llama a veces “Estado”-, la segunda, la consulta si no lo logra. Esto, lo hace sin haber hecho esfuerzo alguno para lograr un consenso más (o menos) generalizado en su ámbito institucional.

Volvamos al pasado. En la otra ocasión cabe recordar que el pretendido referéndum de autodeterminación hubiera sido posible solo en el caso de que ETA hubiera desaparecido, y con ella las presiones y el acoso que los no nacionalistas sufren en el País Vasco. Asimismo no podemos olvidar que las pasadas elecciones autonómicas vascas fueron presentadas como un plebiscito para su Plan, y que el PNV perdió bastante apoyo ciudadano, con lo que hemos de concluir que la iniciativa había quedado rechazada.

Tenemos, entonces, que la piedra angular de su proyecto político se venía abajo con todo lo que esto debería significar: Ibarretxe es o debería ser un cadáver político. Sea como fuere durante la presente legislatura se abrió la posibilidad de llegar a una paz negociada con ETA, es decir, para que no haya equívocos, de lo que se trataba es de que la banda terrorista desapareciera, dejara de matar y, en consecuencia, desapareciera igualmente la presión que sufren muchos políticos, periodistas, personajes públicos en general y, ni que decir tiene, miembros de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Decía, éso es lo que se intentó, y en todo el período la figura del lehendakari brilló por su ausencia, no dio la sensación en ningún momento, acaso solo al final, de que Ibarretxe estuviera muy implicado en las negociaciones. Esto puede tomarse como nota indicativa de la poca relevancia del personaje, por mucho que pueda tenerse por cierto que la no implicación del PNV en el mismo, o del Gobierno Vasco al que representa Ibarretxe, fue un error.

Ahora tenemos, entonces, que el lehendakari, que había planteado las últimas elecciones autonómicas a las que concurrió como una especie de plebiscito a su Plan soberanista, que ha estado desaparecido durante dos años uno de los cuales se negociaba con ETA, quiere celebrar una pregunta sobre una pregunta que antes solo podía ser formulada en ausencia de violencia. Espero que venga aquí alguien (en realidad no lo espero tanto) a decirme qué clase de legitimidad se necesita para hacer esto con naturalidad, para decir que esto es legítimo; la pregunta la lanzo en toda su precisión, ¿qué clase de legitimidad?, porque no es la legitimidad a la que habitualmente puede referirse cualquier demócrata, y puntualizo por último que hablo simplemente de “legitimidad política” entendida como “vergüenza torera” –de Ibarretxe. No estoy hablando de la legitimidad de proponer algo a todas luces ilegal, que podría hacerse con facilidad.

En ese sentido podríamos preguntar también qué clase de legitimidad tiene una propuesta que se sustanciaría potencialmente “en ausencia de violencia” (sin ETA) y que ahora pretende obviar tal circunstancia. Más allá de la poco razonable discusión sobre la idoneidad de la propuesta en un País Vasco en que existe ETA es de suponer que si uno lo ha dicho ha de tomarse como condición necesaria, digo yo. Quiero decir que, al menos en Euskadi, si alguien se compromete a que la autodeterminación es posible solo si no existe ETA, deberá cumplirlo. Quiero decir, y perdón por la reiteración, que la violencia no se puede banalizar de esta manera, no al menos en el País Vasco.¿Qué tipo de legitimidad se necesita para hacer esto? Pero es más, es que no hay ninguna vergüenza, ni torera ni chamarilera, este hombre todavía dice que no está dispuesto a que “ETA marqué los límites” de lo que se puede hacer y no hacer en Euskadi. Pásmense marcianos que nos ven desde los cielos: todavía hay gente que cree esto, quiero decir: ésto de éste.

En relación con lo anterior, pero sobre todo queriendo dejar constancia de la idea que de la democracia tiene el personaje, Ibarretxe formulaba el Día de la Patria vasca una pregunta:

"¿De qué sirve el autogobierno, de qué sirve ser lehendakari en este país si no puedo preguntar a los hombres y mujeres qué pensáis acerca de las cosas?"

La traducción para no iniciados en la degeneración absoluta del debate político democrático es:

"¿De qué sirve el autogobierno, de qué sirve ser lehendakari de este país si no puedo preguntar, o aún más, hacer lo que me salga de los cojones?"

Y es que esta es la cuestión, la degeneración de la democracia española y los niveles de destrucción que el nacionalismo es capaz de alcanzar en esto. Algo en lo que el –nacionalismo- vasco es sin duda ninguna el más “avanzado”, e Ibarretxe el campeón de campeones. El político más capaz (quizá de Europa) de proclamar que su política introduce una moral colectivista y, por supuesto, definir el colectivo dentro del pueblo que ha de tener las claves o palancas del poder. Es cierto que esto ocurre en todas partes que hay nacionalismos en el poder pero en Euskadi, como siempre, ocurre más: naturalmente, el lehendakari no tiene ninguna intención de aparecer como el representante de “todos los vascos”, es que no le gustaría serlo, como “conductor” es el representante de unas esencias que cree significadas en todo el pueblo, que sustituyen de hecho al pueblo. Pero como todavía queda algo de los valores democráticos en Euskadi conoce que hay gente en desacuerdo con él, pero le ocurre pensar que son quienes no merecen ser representados o tenidos en cuenta. Si alguien duda de que la idea del conductor está absolutamente inserta en la mente nacionalista (cuando menos de sus dirigentes) queden para la historia las siguientes palabras pronunciadas hoy por la Portavoz del Gobierno Vasco Miren Azkárate con motivo de la decisión de la Fiscalía de enjuiciar a Ibarretxe:

“Estamos ante un hecho histórico de especial gravedad. Por primera vez en la Historia, por impulso político, se enjuicia penalmente al lehendakari por ejercer su función política, es un juicio contra la sociedad vasca y contra su voluntad mayoritaria de alcanzar la paz y la normalización política” (Martes 31-X-2007)

Enjuiciar al lehendakari es enjuiciar a la sociedad vasca en su conjunto, todavía más: enjuiciar contra la sociedad vasca. A continuación viene la distorsión democrática por cuanto no sería ya “contra la sociedad vasca” sino contra la “voluntad mayoritaria” de ésta; es una distorsión porque bajo la primera premisa no cabe la “mayoría” sino solo el todo, representado por Ibarretxe: sustanciado en él, que actúa como receptáculo de la voluntad general. No faltan, por supuesto, alusiones a la Historia.

Para terminar intentaré exponer de la mejor manera cómo creo que esto se introduce dentro del debate político español, dentro de esta democracia degenerada, dominada por dos partidos corruptos que si están en el poder solo mantendrán las mínimas formas, y si no lo están tratarán de alcanzar el poder. Esto servirá además para añadir unas líneas más a la figura del personaje y de todos aquellos que tengan una idea de la política (y del sistema democrático y el Estado de Derecho) similares a las suyas. Tómese a modo de conclusión.

Para empezar hemos de volver al pasado. La primera vez la inmensa mayoría de la izquierda responsabilizó a Aznar de lo que había ocurriendo: la cerrazón de Aznar habría hecho que Ibarretxe hiciera una propuesta que sabía condenada al fracaso como manera de llamar la atención, era simple y llanamente una forma de tocar los cojones ante una posición equivocada (la de Aznar). Ahora, la segunda vez, el PP y la inmensa mayoría de la derecha afirma que esto es culpa de Zapatero, que han sido las posiciones que el actual Primer Ministro ha mantenido respecto a los nacionalistas lo que ha permitido que Ibarretxe salga con sus referéndum: la laxitud en defensa de valores positivos compartidos por la generalidad y aún del Estado de Derecho permite que un representante del Estado como es el Presidente de la CAV pretenda obviar la ley. ESTA ES LA MIERDA DE POLÍTICOS Y DE POLÍTICA QUE TENEMOS. No, lo que ocurre es que hay políticos como Ibarretxe, que piensan lo que piensan y hacen lo que hacen. No depende de un exceso por arriba de Aznar ni uno por debajo de Zapatero por mucho que la posición de ambos pudiera considerarse extremada en algún sentido, o que una pueda ser peor que otra y “dar más alas”, NO, se haga lo que se haga, a Ibarretxe le da lo mismo y el resto es montarse películas con materiales floridos, desde la derecha y la izquierda.

Si, como es evidente, el diálogo no soluciona todos los problemas, y este es el caso: el hablar como Zapatero no servirá de nada, pero el hacerlo como Aznar (es decir, el no hablar) tampoco. Dejémonos de historias: lo hizo antes y lo hace ahora. Sin violencia y con violencia. Con “plebiscito” y sin él. Con el apoyo de su partido o sin él; con el apoyo, sin él, sin él y con el Presidente de su partido descabezado. Es indiferente. Hay “gente” (políticos) que es así y no importa lo que hagas.

Por cierto, no quiero concluir sin antes hacer una valoración de una interpretación muy extendida que se viene haciendo. Esta valoración se refiere a los motivos de Ibarretxe y, si no lo justifica, si al menos lo exculpa. Hay quien dice (y mucho parece haber de esto) que el PNV intenta no perder demasiados votos en las próximas Generales como parecía que iba a suceder. Bien, no voy a soltar una parrafada sobre lo que me parece que el PNV quiera acercarse al votante de Batasuna, no tampoco con la que está cayendo, simplemente diré que quien vea en esto un movimiento impropio en un demócrata pero a la vez muy extendido dentro del “politiqueo” partidista para recoger votos tradicionalmente ajenos o retener los propios tiene una idea del hacer política en democracia un tanto extraña y desde luego muy distinta a la mía -y no me tengo por un inocentón.

PD: No olvido que la justificación que da Ibarretxe es que su propuesta resolverá el conflicto vasco “que tiene al menos dos siglos”, que afirma que ETA “deberá pronunciarse” y que, luego, nos dice que “esto no tiene nada que ver con ETA”. Hace poco me dijeron con otro tema: no intentes comprender y, con los nacionalistas, eso estoy haciendo no pocas veces. Para mí estas son las razones de Ibarretxe, aunque sean como sumar 2 y 2 y obtener 27´363, yo le creo, total, qué más da, esta gente puede decir lo que quiera (no olvidemos que luchan por un “objetivo superior”).