martes, 24 de abril de 2007

Esa cosa rara llamada Neoderecha

Existe actualmente una cosa rara que se llama “neoliberalismo”, por lo general quienes son tal dicen ser “liberales” y no seré yo quien niegue esto. Ellos dicen que su ideario político no tiene nada de nuevo, y yo estoy bastante de acuerdo, se niegan a dejar de ser “liberales” sin más, aunque hasta el otro día eran simplemente “derecha” o estaban muy a gusto cuando se los llamaba “conservadores” o se les aplicaban otras etiquetas bastante más “tradicionales”. Por cierto, que también los hay que se llaman nuevos-conservadores, hablemos, pues, de “neoderecha”.

Estos personajes sostienen de hecho –y la mayor parte de las veces afirman hacerlo también de derecho- que son los únicos defensores de la libertad y que en esto nadie les hace sombra. Despotrican contra toda ideología que no contenga las cuatro cositas que tienen por fundamentales. Actúan de hecho –y la mayor parte…- como si todo lo que no contenga eso que ellos sostienen sea irracional, vaya contra el progreso del mundo, sea una cuestión propagandística interesada y/o sea simple tontería repetida una y mil veces y, acaso, racionalizada, pero de esa manera en que se racionalizan las cosas falsas: con una mentira o falacia de principio. Sienten amor por EEUU y por extensión por el mundo anglosajón, en el que ven a los mayores pensadores de todas las disciplinas así como a los mejores científicos, humanistas y todo tipo de hombre dedicado a una disciplina, cualquiera que sea; un amor que les lleva a defender lo indefendible aunque para ello hayan de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, y no sé si será por el problema que les suponen frases como esta anterior que sus ataques contra la democracia-cristiana comienzan a acercarse a la brutalidad.

Son por tanto combativos y dogmáticos –en realidad lo uno suele implicar lo otro, al menos en la práctica. Su religión es la libertad de mercado y su objeto de admiración ellos mismos. Es una especie de secta que trata como tales a todos los no creyentes, y cierto es que vivimos en un mundo lleno de sectas ideológicas, pero eso no implica que ellos no sean una, y de las más numerosas, y seguramente la más temible. Tienen cuatro obras de política y/o filosofía –que en sí son muy recomendables- que siguen a la manera escolástica y no aceptan que ningún hecho desmienta su interpretación puntual de cualquier acontecimiento concreto; su (-s) rama (-s) más radical (-es) se parecen a los marxistas. Por ejemplo aseguran (no sé si todos) que la globalización ha sido una realidad, o una tendencia, varias veces repetida, casi “intentada” (esto es, conscientemente) y que siempre ha sido echada abajo por elementos reaccionarios que tenían la vista puesta en la conservación de sus valores en alto grado irracionales, de su identidad: de su tribu contra el avance de la Humanidad. También suponen que “la historia ha terminado” porque la democracia liberal y el capitalismo se extienden ya por todo el orbe; cierto y afortunado hecho, no obstante olvidan que el fin de la Historia es el fin del Hombre, y que aún quedan muchas cosas por mejorar –aparte de las que ellos pudieran señalar, me refiero. Aseguran que EEUU es el paradigma de la democracia y su mayor defensor y que Europa como conjunto y en especial la izquierda (también la de EEUU) hace labor de zapa apoyando directa o indirectamente a los terroristas y a los Estados que le dan cobertura material o ideológica. Como decía, todo el que no crea tales zarandajas tantas veces maniqueas es un estúpido o un totalitario, y lo dicen sin despeinarse y con la mayor convicción (en el caso de su interpretación teleológica de la “tendencia globalizadora” no exponen sino una trivialidad que interpretan de la manera más trascendente para acoplarla a gusto en un esquema –el suyo- complejo).

Suponen de la manera más natural que toda queja contra la dinámica de la economía mundial y el mundo mismo que ésta está generando es un achaque más de tribalismo, que la gente se queja porque sí siempre y no sólo algunas veces –aunque puedan ser muchas. Que criticar la globalización tal y como se está haciendo –o sucediendo- es ser un irracional y, cuando tienen cierta capacidad, no sé si de empatía o de diálogo, que “no queda más remedio”. Sostienen, por ejemplo, que todos los medios más o menos tradicionales de paliar la pobreza son ridículos y no pocas veces corruptos, corruptores, racistas y, en fin, totalitarios. Que “no queda más remedio que hacer lo que ellos dicen” para acabar con los males del mundo y mientras tanto se ha de defender tales proyecciones con la fuerza de las armas, sea necesario o no: lo que importa es el objetivo (ciertas ideas y “comportamientos” marxistas tienen aún gran predicamento dicen ellos… Y TANTO).

Alaban la crítica, que en los últimos tiempos se está confirmando como la mayor aportación de Occidente a la cultura universal, pero no aceptan ninguna (crítica como “esencia” del carácter europeo). Alaban, pues, a Occidente y a la crítica, pero defenestran a Europa. Admiran, entonces –o, por ejemplo-, la época en que Occidente se reducía a Europa, aquéllos en que ésta hacía y deshacía por todo el mundo sin contestación posible ni imaginable. Defenestran a la Europa actual porque no defiende sus valores que “son lo mejor de lo mejor y los que nos llevan por el buen camino”, pero eso sí, nada de criticar a EEUU que es quien, supuestamente, lleva la crítica, el progreso y la ciencia allende los mares. Odian sobre todo a la UE -que anda para su regocijo de capa caída- y pienso últimamente que buena parte de lo que hacen lo llevan a cabo para embarrancar el proyecto europeo que de existir poco tendrá que ver con el modelo estadounidense.

Estas líneas están cargadas de sarcasmo, pero sus razonamientos separadamente [los de esta “neoderecha”] pueden estar muy bien fundamentados, pueden formar asimismo un conjunto de lo más sugestivo (sobre todo en estos tiempos en que una importantísima parte de la izquierda no sabe ni lo que pasa ni lo que quiere), aunque uno deba tragar con sapos, culebras y un sinnúmero de contradicciones. La ridiculez se ve, por tanto, en el conjunto y una vez se ha tomado cierta distancia. Se ve sobre todo en las contradicciones que se generan entre razonamientos en que tratan distintos temas y en –reitero, desde la distancia- lo infantil y poco observador de sus percepciones, en su maniqueísmo que pretende que unos tengan toda la razón y los otros ninguna, nadie más que ellos en realidad –son una suerte de nuevos elegidos. No hay ni pizca de sentido crítico en sus comentarios: ya decía el Profesor Mairena que “no hay que confundir la crítica con la mala baba”; lo que hay es ataques contra lo que ellos no piensan y, acaso (tienen parte de razón en esto), contra un estado de cosas dominado en lo público por el progre, ese pusilánime. Achacan el carácter de toda esta base argumental a su odio al relativismo, presentándose como paladines en la lucha contra este mal que tan fácilmente embota los sentidos (y tanto mal ha hecho ya, y sigue haciendo), pero como ya se podrá inferir yo creo que no es anti-relativismo sino dogmatismo. Puro y Duro.

Nadie atento a los cambios políticos e ideológicos deja de opinar que la izquierda necesita un repaso de arriba abajo, que por ejemplo ese supuesta “vanguardia antiglobalizadora” no es el futuro en tanto que no tiene programa ni sustancia y se haya penetrada de elementos de lo más reaccionario –muchos de estos, sí, tribales. Que la izquierda ha de cambiar quizá hasta el punto de convertirse en algo que no tenga nada que ver con el original, pero no se debe pensar que estos personajillos (por cada uno válido, o párroco, hay 5.000 palmeros, o simples feligreses) son quienes tienen todas las claves para componer el mundo que viene, que será como en cada época muy distinto del anterior (y es que estamos en tiempos de cambio acelerado). Nadie –sincero consigo mismo- tiene una idea clara de cómo será el mundo que vendrá y en qué proporción podrá estar dentro de sus deseos, éstos tampoco, la prueba está en las constantes y continuas contradicciones y en los sapos y las culebras. Simplemente éstos aseguran tener las ideas más apropiadas para hacer avanzar el planeta en la buena dirección, que su dogmatismo no deja de presentárseles sino como la única, aunque su moral es la victoria (lo cual es una cosa terrible, de hecho los válidos no hablan de moral explícitamente jamás, aunque moralizan que da gusto).

Pasan el día hablando del totalitarismo y en concreto de los regímenes socialistas, de la opresión constante que estos ejercían, de su brutalidad y cosas por el estilo. A continuación pueden mostrarse como los más acérrimos seguidores de la escuela realista, defendiendo todos y cada uno de los desmanes de aquellos a quienes consideran los salvadores de la Humanidad, al menos en los sentidos político e intelectual: EEUU. Critican la pervertida, y no pocas veces perversa, moral del progre y el estado de cosas que le es tan acogedor a éste y luego presentan guerras hechas con mentiras como el mayor signo del democratismo estadounidense y, acaso, Occidental. Gastan tinta –o dedos- expresando la razón intrínseca escondida tras todas estas cosas y es que el estado de cosas actual, visto en profundidad (es fácil hacerlo), aunque en lo social está anquilosado por la moral y el pensamiento progre, la dinámica les es de lo más favorable: la victoria les parece cercana y ellos tienen la Verdad (con mayúscula la suelen nombrar). Así, cualquier hecho puntual puede ser justificado, y como son demócratas y todo eso, como tienen esas convicciones firmemente asentadas, consideran que cualquier cosa que les acerque al éxito es bienvenida olvidando que en política -o al menos para el demócrata- lo más importante son los medios y no los fines, pues son estos lo que determinan la legitimidad de nuestros actos. Sencillamente, son capaces de defender cualquier atentado hecho desde la democracia, esté basado en mentiras, asentado sobre el más flagrante atentado contra la legalidad internacional –y nacional incluso-, o, en fin, aunque suponga hacer exactamente lo mismo que podría hacer un régimen dictatorial. Lo más triste de esto es que todo sirve mientras no desborde los límites legales, no se paran a sopesar los llamados “consensos tradicionales” que mantienen a la democracia no sólo dentro de la legalidad “autoimpuesta” sino también de las experiencias conocidas y, por tanto, “manejables” (de esto acusa, no sin parte de razón, Rajoy a Zapatero, aunque excuso decirte). Lo dicho, la moral de la victoria.

Este tipo de moral da como resultado las ideologías más sectarias que uno pueda imaginar, y cuando son realmente radicales pueden contener buenas dosis de historicismo en su pensamiento como demuestra que sean capaces de interpretar todo hecho concreto desde ese su patrón total (¿totalitario?, ¿totalista?) que se demuestra normalmente en base a acontecimientos pasados interpretados de atrás hacia adelante acusando de propaganda inaceptable aquello que no les gusta –y si no propaganda, “desviación típica del pensamiento inspirada por los conspiradores” (contra la libertad, el progreso, etc). No hay hecho que contenga más matices que los que se encuentren dentro de esta cosmovisión “neoderechista” –justo es decir que hay cierta diversidad, no es lo mismo un neoconservador que un neoliberal “puro” y así sucesivamente. Nunca les cabe la duda de que aquello que no les gusta tenga múltiples causas (aunque en distinta proporción, cuidado con el relativismo y sus argumentos sobre la inextricable complejidad de los fenómenos, no se trata de eso) o, para que se entienda mejor, soporte causas contrapuestas, en las que unas razones estén del lado del “amigo” y las otras del “enemigo”, “adversario” o como quiera llamárselo (ellos a todos tratan como enemigos). O mentira, o estupidez o propaganda. No obstante todo es mucho más mundano, los sapos y las culebras son perfectamente soportables, esto es, pueden encontrar partes de razón si hay (varias) partes y son amigas entre sí: como digo, todo queda dentro de la división en la que supongan unos “mejores” y otros “peores”, sean todos amigos o todos enemigos. Pero es difícil que cuando unos son “amigos” y otros no, los segundos tengan parte de razón, es entonces cuando, en último término (si es que ven necesario llegar tan lejos, algo muy poco frecuente), apartan todo el realismo y la experiencia histórica y comienzan con disquisiciones con mayor o menor contenido abstracto sobre la bondad inherente al modelo que defienden y la maldad de aquel al que atacan. En resumen, hablan en abstracto para mostrar aquello que desde la razón creen demostrable, mientras para lo que creen bueno (pueden ser sapos y culebras) tiran de “realismo”, que suele coincidir casi siempre con lo que se entiende como escuela realista en el campo de las relaciones internacionales, tratando a todos de Chamberlein´s en Munich (o de Stalin´s directamente).

Esta neoderecha no es sino un eco de la Guerra Fría, la resultante lógica de la victoria de EEUU en este conflicto. Occidente ganó (y la democracia y la libertad por supuesto) pero quien se expande de éste es únicamente EEUU: sus usos, sus pensamientos, en fin, sus elementos más puramente civilizatorios, que tratan de ser aplicados cuanto antes y de la manera más cruda con ese “es lo mejor, no queda otra, de lo contrario sucumbiremos”. Es el momento de reformular la izquierda, desde la crítica y la razón y no desde los usos antiguos, sin miedo de que los grandes socialdemócratas del pasado levanten la cabeza y griten traición: no saben lo que hay y además no la levantarán, eso seguro. Y hablando de “territorios” es necesario desde ya impulsar a Europa (que no es ni mucho menos –y lógicamente- toda de izquierdas), creando un modelo distintivo, convincente y sostenible.

jueves, 19 de abril de 2007

Fritzia se abre al público

Fritzia queda abierta al público, esto es, a los lectores.

Anteriores aventuras no contaron con mi excesiva participación y fueron, con la renovación de "Blogger" cerradas recientemente (esto solo lo creo). No pretendo que este blog cuente con una entrada diario y ni siquiera semanal, veremos si llegamos a una o dos por mes. En todo caso y sea como fuere lo que importa es la calidad, y aunque no será de aquí de donde salga una nueva Edad de la Razón ni nada completamente distinto a lo que podemos ver ahora en otros sitios (que lo hay muy malo y también muy bueno) el público que por aquí aparezca siempre tendrá una puerta abierta: no habrá ningún tipo de filtro ni zarandaja semejante; una persona honesta: intelectualmente, sin demasiados prejuicios y que a estas alturas (a medio camino entre los 25 y los 26 y con mucho tiempo leyendo en foros y blogs de política) se escandaliza por muy pocas cosas, difícilmente se encontrarán calificativos como "facha", "radical de izquierda", "filoterrorista" ni cosas por el estilo.

No obstante lo último, decir que Fritzia no es para progres. El que suscribe es una persona que tradicionalmente ha sido etiquetado -y se auto-etiqueta- "de izquierdas" pero nada agusto con el discurso de las flores que no sé si domina o no, pero es tan representativo de la izquierda actual. Cosas del tipo "amémonos todos" o "el mundo es maravilloso" no se encontrarán en este blog. Ójala, igual que hace ahora mismo la neoderecha, tuviera la voluntad y el tiempo libre suficientes para hacer de este espacio un lugar de crítica de y para la izquierda. Un lugar donde aportar unos comentarios en que se entreviera una renovación de ésta desde la racionalidad, ya digo, como está haciendo la neoderecha, "liberal" o "conservadora" (aunque a veces a estos les falte de eso, "racionalidad"; a veces no, por supuesto).

Nada más, un saludo a todos los que caigáis muertos por aquí y os anuncio que pronto colgaré un escrito (¿?; artículo¿?) o post que hice hace algún tiempo.

Bienvenidos